jueves, 23 de septiembre de 2010

MARADONA, DE MITO POPULAR A COMEDIANTE

La última aparición de Diego Armando Maradona en un acto político es el vivo ejemplo de cómo un mito acaba convirtiéndose en un comediante. Fue hace unas semanas, junto a ese otro personaje de opereta, Hugo Chávez, que está llevando a Venezuela a un callejón sin salida y sin futuro. En ese acto, celebrado en el palacio de Miraflores, el presidente venezolano  anunciaba la ruptura de relaciones diplomáticas con Colombia. En las imágenes ofrecidas por las televisiones de todo el mundo se ve a un Maradona con pantalón deportivo y camiseta negra observando la verborrea de Chávez  rozando el éxtasis. Como si estuviera ante una aparición mariana. El futbolista afirmó que era un orgullo para él estar al lado del “líder del socialismo del siglo XXI” y que en dos semanas viajará a Cuba para saludar a su amigo Fidel Castro. Ahí es nada.
   
Es obvio que el poco o mucho talento que posee  Maradona sólo le ha servido para jugar el fútbol. Fuera de ahí, sólo devaneos, alardes, escándalos, fraudes y extravagancias. Eso sí, política y socialmente su figura ha sido utilizada y manipulada, a veces con su consentimiento,  desde que comenzó a ser un futbolista de los grandes. Dice el escritor argentino Juan José Sebreli en su excelente ensayo Comediantes y mártires (Debate, 2008) al referirse a Maradona: “La doble naturaleza era esencial en el héroe mitológico que tantos rasgos en común tiene con el ídolo popular, no sólo porque el héroe era mitad humano y mitad sagrado, sino porque aún lo sacro a su vez tenía dos caras: una lumínica, divina, otra tenebrosa, diabólica; y el héroe pasaba de una a otra”.
    
La dictadura militar de la Argentina de los años setenta, que encabezaba el general Videla, fue la primera en descubrir las condiciones carismáticas de Maradona; éste se dejó usar y a su vez utilizó a la dictadura para su propia carrera como deportista. El éxito de la Copa Mundial Juvenil celebrada en Tokio en 1979, que ganó la selección de Argentina y donde Diego Armando fue el mejor jugador del torneo, fue utilizado por la dictadura para mejorar su imagen y distraer a la opinión pública internacional de los crímenes que se estaban cometiendo. Repitieron la estrategia del Mundial de Fútbol de un año antes, que ganó Argentina por primera vez.
    
El dictador Videla dirigía, desde el canal estatal de televisión y vía satélite con Japón, un programa especial con Maradona al mismo tiempo que una delegación de la Comisión Internacional de Derechos Humanos que había acudido a Buenos Aires a investigar las desapariciones pasaba desapercibida, cuando no silenciada por los medios. A su regreso, el Pelusa fue recibido en la Casa Rosada, sede de la Presidencia, y Videla lo felicitó ante las cámaras. Fue eximido del servicio militar por su “condición de figura pública que debe ser un buen ejemplo”.
    
Dos años después, cuando los militares ya alentaban el espíritu bélico que llevaría a la aventura de Las Malvinas para esconder la bancarrota a la que estaban llevando al país, Maradona comenzó a dar discursos ajenos al fútbol siguiendo las directrices de los militares golpistas. Y hasta llegó a afirmar: “Mi país es como mi propia familia, y si un día nuestras Fuerzas Armadas tienen que defenderlo, ahí va a estar el soldado Maradona; porque antes que todo soy argentino”. Pero cuando llegó la guerra de Las Malvinas el soldado Maradona no cogió su fusil. Se quedó en casa, mientras que miles de jóvenes encontraron la muerte.
    
Otros gobernantes democráticos, como Raúl Alfonsín, Menem y hasta el matrimonio Kirchner, también buscaron su apoyo y lo encontraron. Maradona triunfó en España, en Italia y ganó tanto dinero que pasó de ser el joven humilde del arrabal de Buenos Aires al joven  millonario caprichoso, narcisista y hedonista que hacía lo que quería porque para eso tenía poder y dinero. Drogadicto confeso, hombre de la noche, estrafalario, con diamantes en las orejas, tatuaje en el brazo con la imagen de Che Guevara (otro icono argentino), pelo teñido de diversos colores, con un look a veces heavy a veces punk, representó una transgresión que seducía a ciertos jóvenes intelectuales del gusto izquierdista. Como dice Juan José Sebreli en su ensayo citado, “no le interesaba la liberación de las costumbres –nunca participó de movimientos en defensa  de derechos individuales--, sino la transgresión, necesitaba que existieran prohibiciones para violarlas”.
    
Hace unas semanas que ha roto con la Federación de Fútbol de su país como resultado del  discutido papel como seleccionador de Argentina en el reciente Mundial de Sudáfrica. Seguirá siendo una incógnita cómo se retirará de la vida pública. ¿Podrá renunciar a seguir siendo un ídolo? De momento, se conforma con ser el bufón de la corte de Chávez, en Venezuela, o de la corte de Fidel Castro, en Cuba

1 comentario:

Luis Alvarado dijo...

Qué lástima de personaje. En el fondo hay sentir ternura por alguien a quien la creación sólo dotó con talento para el fútbol. El resto, mejor ni hablar...