“La victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad”. Lo afirmó el novelista británico Rudyard Kipling hace casi un siglo y nos viene como anillo al dedo para calificar el triunfo de la UD Las Palmas ante el Albacete (2-1). Solo existió un equipo en el campo: el amarillo. Pudo marcar en el primer minuto de juego, pero no lo hizo; en el minuto 37 ya había tirado 10 veces a la portería de Navas, algunas de ellas oportunidades muy claras de gol, pero el balón no llegó a la red; marcó dos goles elegantes y el partido ya estaba sentenciado, tanto fue así que llegó los “olés” a las gradas. El equipo gustaba y se gustaba. Cuando ya se disfrutaba de la victoria llegó el gol visitante en una jugada absurda, precedida incluso por una falta al defensa canario Samuel. Quedaban unos minutos, los visitantes se crecieron y poco faltó de pasar de la victoria al fracaso, porque un empate después del excelente partido de la UD hubiera sido un fracaso. Se impuso, por esta vez, la lógica en un deporte donde no hay lógica.
Lo importante es que después de cuatro jornadas sin conocer la victoria (tres empates y una derrota) la UD vuelve a sumar tres puntos. Lo hizo como siempre: jugando bien, tocando el balón, desconcertando al equipo contrario. Esta vez, incluso, demostró que tiene una plantilla suficiente para hacer frente con garantías a las posibles bajas de los titulares por lesiones o tarjetas a lo largo de la temporada. Ayer no estaban ni Jonathan Viera ni Vitolo, que se han convertido en piezas indiscutibles en el equipo. Pero los que ocuparon sus puestos cumplieron con su cometido: Pedro Vega marcó el primer gol gracias a un arabesco espectacular de Javi Guerrero, dos jugadores que fueron alineados para cubrir las bajas de los lesionados. Así funciona una buena plantilla.
La UD Las Palmas ocupa ahora el quinto puesto de la clasificación con 16 puntos. No está mal en la novena jornada de Liga. Y Paco Jémez sigue haciendo sus cálculos: ya solo nos faltan 35 puntos para llegar a los 51 necesarios para no pasar dificultades en la categoría. Una vez conseguida esa cifra, ya se verá. “La ilusión es un arma muy poderosa”, comentó Samuel a la Cadena Ser al finalizar el partido. Yo diría, parafraseando al poeta Blas de Otero, que la ilusión es también un arma cargada de futuro. Y que lo veamos.
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