Cuentan los biógrafos de Napoleón Bonaparte que cuando se reunía con sus asesores para abordar los nombramientos de nuevos generales les preguntaba al oír sus nombres: ¿Y ese tiene buena suerte? Es decir, el gran estratega creía en la buena o la mala suerte. ¿Es la UD Las Palmas un equipo con mala suerte? A juzgar por el partido ante el Barcelona B (2-2) parece que sí. Pero vayamos por parte.
A la enfermería del club, ya de por sí repleta (Vitolo, Guayre, Cejudo, Randy y Tyronne) se unía a última hora la de David González por molestias en un cuádriceps y Sergio Suárez con una gripe. Al mismo tiempo, Josico no estaba al ciento por ciento e inicialmente se quedaba en el banquillo. Las ausencias para el choque eran notables. Pero lo peor estaba por llegar. El cronómetro marcaba el minuto 62 del encuentro, con 1-0 en el marcador a favor de los canarios, cuando el arquero argentino Barbosa, que estaba realizando una destacada actuación, tiene que ser sustituido por un esguince de tobillo. Dos minutos después, en el 64, era Dani Carril el que se lesionaba por una contractura en el aductor. Los planes de Paco Jémez se vinieron abajo y llegaron los goles visitantes en los minutos 72 y 76 en claros fallos defensivos.
Pero ese misterio de la mala suerte seguiría cebándose con los amarillos en los minutos finales del partido, con un trallazo de Viera en la cruceta y otro de Pedro Vega que el portero azulgrana logró desviar fuera de milagro. El único golpe de suerte que tuvo la UD fue un tiro de falta al larguero en el último minuto que pudo significar la derrota. De resto, todo salió al revés.
Dos cosas sí hay que destacar del partido. Primero, la entrega de todos los jugadores y el buen juego de los atacantes canarios (Viera, Guerrero y Armiche, sobre todo); y segundo, el apoyo que este proyecto sigue teniendo de los aficionados: casi 20.000 acudieron al Estadio de Gran Canaria, a pesar de las tres derrotas cosechadas en las tres últimas jornadas. Quizás el año pudo empezar mejor para el equipo amarillo, pero nadie abandonó el recinto con sensación de fracaso. El equipo luchó y se dejó la piel. El coraje y la fuerza que puso Samuel en la consecución del gol del empate es la mejor metáfora del partido.
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