Las derrotas son siempre tristes. Pero perder por 4-2 ante el Salamanca cuando la UD Las Palmas estaba por delante en el marcador y dominaba el partido a 20 minutos para el final es doloroso y decepcionante. Y sobre todo cuando volvemos a tropezar con la misma piedra: perder puntos en los últimos 25 minutos. Ocurrió ante la Ponferradina (3-2), Elche (2-2), Girona (1-1) y ahora en Salamanca (4-2).
Lo paradójico es que la UD no jugó mal. Todo lo contrario. Hubo momentos del encuentro que hizo su fútbol y hasta pudo sentenciarlo en una elaborada jugada colectiva con disparo final de Vitolo que pudo ser el 1-3. Fue una fase del partido en que el Salamanca estaba noqueado y no sabía cómo contrarrestar el juego amarillo. El empate de los blanquinegros, en un contragolpe con más corazón que cabeza, fue lo que le dio el oxígeno suficiente para darle la vuelta al marcador. Y también contó los salmantinos con esa chispa de fortuna en el 3-2, tras el despeje fallido de David García en la línea de gol, y la ausencia de concentración defensiva en el 4-2 definitivo. ¡Qué lástima!
Un dato que es preocupante son los goles que ha encajado la UD en los últimos cuatro partidos (10 tantos), cuando en los cuatro primeros de la actual competición sólo recibió tres. ¿Por qué con el mismo sistema y con prácticamente los mismos jugadores se encajan ahora tantos goles? Es la cuestión que hay que analizar y corregir. Paco Jémez decía en la rueda de prensa posterior al partido que no “creo en las casualidades, ni en la mala suerte; sólo en el trabajo”. Sabias reflexiones. Porque no nos olvidemos que la UD tiene este año una plantilla que se ha nutrido de muchos jugadores jóvenes de la cantera que necesitan un rodaje y una adaptación a una categoría muy dura y exigente.
Pero hay que seguir con los pies en el suelo. Ahora recibimos en el Estadio de Gran Canaria a un gallito de segunda: Rayo Vallecano. Es una prueba dura y la UD necesita más que nunca del apoyo de la afición de forma masiva. Porque se podrán perder partidos, pero no la ilusión.
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