Ramiro M. es aficionado amarillo desde que tiene uso de razón. Vive en el barrio de Escaleritas y hace un año que la crisis económica lo arrastró al paro. Vive un momento de incertidumbre, como tantos canarios que están en la misma situación. Con esfuerzo renovó el abono de la UD Las Palmas gracias a las facilidades que da el club a los desempleados. No se ha perdido un partido en el Estadio de Gran Canaria en lo que va de temporada. La victoria amarilla ante el Rayo Vallecano (2-1) le devolvió la alegría y la esperanza, que compartió con 14.588 aficionados. Ramiro M. fue un hombre feliz a pasar de la dura realidad que está sufriendo.
Como a Ramiro M., la UD Las Palmas nos hizo felices a todos, a los que fueron al estadio y a los que lo vieron por la pequeña pantalla. No era un partido fácil. Se enfrentaba a un equipo que está segundo en la clasificación y es firme aspirante al ascenso. Incluso un penalti en la primera parte (¿cuántos nos han pitado en lo que va de temporada?) puso a los canarios entre las cuerdas. Pero el equipo, con una admirable afición apoyando desde las gradas, salió la segunda mitad dispuesta a cambiar la historia de siempre, la que ha impedido que el equipo ganara los tres puntos en los últimos 20 minutos de juego. Y la cambió.
La UD comenzó a tocar el balón, con un Jonathan Viera inspirado, acorralando en su campo a la escuadra madrileña. Pudo empatar con dos disparos desde fuera del área de Javi Guerrero y un tercero de Cejudo que repelió la cruceta. Pero el destino le tenía guardado a Pedro Vega una tarde para reivindicarse. El jugador de San Mateo sustituyó por lesión a Vitolo y fue una amenaza constante por la banda izquierda. Perdiendo por 0-1, el entrenador Paco Jémez arriesgó sacando del campo a un defensa (Aythami) y poniendo a un delantero, el joven argentino Mauro Quiroga. Fue entrar y besar el santo. En una de sus incursiones, Pedro Vega hace un centro al punto de penalti y Quiroga remata de forma espectacular adelantándose a su marcador. Era el minuto 80. El estadio casi se viene abajo. Seis minutos después, Pedro Vega vuelve a hacer un centro calcado del anterior para que Javi Guerrero, siempre oportuno, marque el gol de la victoria a cuatro minutos del final. Fue la apoteosis. Los aficionados obtenían así su premio a la fe que nunca perdieron. Ellos también ganaron el partido.
Como en la vida, los perdedores en el fútbol son más numerosos que los ganadores. Quizás por eso ha sido a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI el deporte de los más humildes, de los desheredados de la tierra, que ven en él, de forma consciente o inconsciente, una representación de su propio destino. Por eso Ramiro M., a pesar del drama familiar que vive por su situación de parado, fue feliz gracias a una victoria casi imposible de la UD Las Palmas.