No hay que hacer ningún esfuerzo para comprobar que el Estadio de Gran Canaria no es un campo de fútbol; es un recinto deportivo con pistas de atletismo que también se utiliza para la práctica del fútbol. Basta con visitarlo y asistir a un encuentro para encontrar la diferencia con cualquier campo de fútbol español de reciente construcción: Nuevo Carlos Tartiere (Oviedo), Nuevo Los Cármenes (Granada) y más recientemente el nuevo estadio del Club Deportivo Español de Barcelona. Los tres son ejemplos de lo que es un campo de fútbol, en donde el público se encuentran a escasos metros de los límites del terreno de juego.
Los aficionados de la UD Las Palmas mostraron su oposición a las pistas de atletismo desde que fue presentado el proyecto del Estadio de Gran Canaria. Pero la decisión se tomó al más puro estilo estalinista y el clamor de los seguidores amarillos cayó en el saco del olvido. Quién tomó o quiénes tomaron la decisión política de construirlo se equivocaron porque desde el día de su inauguración, en el año 2003, no se ha celebrado una, ni siquiera una sola, competición oficial de atletismo. Es decir, no han servido para nada.
Hace unos días el presidente de la entidad amarilla, Miguel Ángel Ramírez, ha mantenido diversos encuentros con políticos de distinto signo ideológico para trasladarles, por enésima más, el sentimiento de los aficionados desde el primer momento: acabar con las pistas de atletismo y acercar el público al terreno de juego. Les ha presentado un anteproyecto donde se muestra la viabilidad de convertir las pistas en gradas, aumentando el aforo hasta los 40.000 espectadores. Unos se han mostrado favorables a la idea, otros consideran que la inversión económica sería muy grande en los tiempos de crisis que estamos viviendo y los terceros piden prudencia, es decir “vamos a dejar eso quieto”, como me dice siempre un amigo del alma cuando no quiere abordar un tema determinado.
Sin embargo, uno piensa que si no se encuentran soluciones es porque no hay una voluntad política de resolver el problema. Hay otro camino, complejo y a largo plazo, pero lo hay: la construcción de un nuevo campo de fútbol por parte de la sociedad amarilla. Muchos calificaran la idea de utópica y hasta es posible que lo sea en estos tiempos. Pero quién sabe si en el futuro la UD Las Palmas encuentra inversores dispuestos a acompañar a Miguel Ángel Ramírez en el sueño de llevar al equipo a la grandeza de lo que fue en los años sesenta y setenta, incluso hasta las cotas de la UEFA. Si lo ha hecho el Villarreal en una ciudad de 51.000 habitantes, ¿no lo puede hacer la Unión Deportiva en una urbe de 383.000?
Si el que esto escribe estuviera en la piel del presidente ya estaría buscando terrenos que puedan recalificarse en el futuro para el uso deportivo en el triángulo Las Palmas de Gran Canaria-Telde-Arucas. Es posible y deseable. Pero esta solución plantearía un nuevo y definitivo interrogante: ¿Qué sentido tendría el Estadio de Gran Canaria si la UD Las Palmas tuviera en propiedad un campo de fútbol? Que los políticos, que tienen la última palabra, reflexionen y decidan. Y que no vuelvan a equivocarse.